Imaginar la política pública ideal para garantizar la cultura libre implica reflexionar sobre las implicaciones que nos afectan, limitan y expanden como individuos, artistas, docentes, investigadores...: a) visibilidad, transmisión y circulación; b) producción, distribución y consumo, c) creatividad, autoría y legitimación de nuestro quehacer creativo, intelectual, docente... ¿Por qué? Porque debido a que las formas y las condiciones económicas y laborales de nuestros países han sufrido una evidente transformación en el sector cultural a partir de los años ochenta con el modelo de industria cultural y sus respectivas políticas e ideología de Margaret Tatcher y Ronald Reagan; además de la adopción del modelo neoliberal con los gobiernos de la "nueva democracia" en América Latina. Nuestro modelo para concebir y hacer las artes y la cultura se ha desplazado de creación y contemplación al de producción y consumo. Es decir, el artista se vuelve un trabajador de la industria, se suma a un sistema laboral y económico de la especulación.
Podemos citar por ejemplo a Brasil que tiene un avance significativo de leyes de incentivo culturales aprobadas a partir de 1985, así como como la constitución de organismos de fomento a la producción artística como Funarte y Embrafilme. La deducción parcial de impuestos con las inversiones en cultura potencializó la captación y ejecución de proyectos, haciendo que diversas empresas públicas y privadas se proyectaran como beneficiarias del arte brasileiro. Hoy el principal financiador de Brasil sigue siendo el Estado. En 2008, estaban entre las 20 mayores empresas donadoras de recursos Petrobras, Vale y Banco do Brasil. Bradesco en tercer puesto (primera empresa privada), después Electrobrás, BNDES y Correios.
Hablar de políticas públicas es hablar de abrir estrategias para negociar con instancias públicas y privadas. Pero más allá de ello, el punto central, es que la política pública para la creación de una cultura libre debería corresponder a construir una sociedad que pueda usarla.
Podemos citar por ejemplo a Brasil que tiene un avance significativo de leyes de incentivo culturales aprobadas a partir de 1985, así como como la constitución de organismos de fomento a la producción artística como Funarte y Embrafilme. La deducción parcial de impuestos con las inversiones en cultura potencializó la captación y ejecución de proyectos, haciendo que diversas empresas públicas y privadas se proyectaran como beneficiarias del arte brasileiro. Hoy el principal financiador de Brasil sigue siendo el Estado. En 2008, estaban entre las 20 mayores empresas donadoras de recursos Petrobras, Vale y Banco do Brasil. Bradesco en tercer puesto (primera empresa privada), después Electrobrás, BNDES y Correios.
Para mi el acto político más significativo y onírico es interrogarnos para ser críticos en lo que respecta a cómo trabajamos en colectivo, cuáles son nuestras estrategias para garantizar que la red funcione, hasta dónde reproducimos las mismas prácticas de monopolización e inaccesibilidad que criticamos, cómo propagamos distintas experiencias para compartir el conocimiento.
Mi reflexión se dirige al trabajo de largo aliento que hay que realizar para que cualquier iniciativa de ley o política pública funcione y sea usada por más de un 10% de la población.
Si hablamos de más sueños lo central en una práctica cultural libre y en una acción política es preservar la autonomía.
Algunas experiencias de autonomía que, aun con todo y que también pueden criticarse, abordan las relaciones entre política, acción, trabajo, colectividad y cultura.
Zanón: Fábrica sin patrón
http://www.ceramicafasinpat.com/
EZLN: Caracol 5
http://enlacezapatista.ezln.org.mx/